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De nuevo la pareja Talmadge-Ford en un vehículo cómico que, en su día, se dijo que podía ser una respuesta a la "Macho-Hembra" de De Mille. Vosotros juzgaréis, pero creo apenas la une con aquélla un fino lazo argumental anecdótico. Lo que en De Mille era una sesuda disquisición sobre la relación entre pareja, aquí es un gozoso desmadre que tiene como punto de partida el clásico triángulo amoroso, muy bien llevado por el siempre eficaz Sidney Franklyn, que tantos momentos de diversión nos ha proporcionado.
Un matrimonio descubre que el ex novio de ella, un escritor, a quien todos daban por muerto, reaparece contando que lo suyo ha sido una estrategia publicitaria para conseguir más ventas en su último libro, titulado precisamente "El amante primitivo". De ahí se sucederán las situaciones hilarantes, dado que el escritor quiere recuperar a la casada y el marido, aunque al principio se muestre resignado, contraatacará para retener lo que, en justicia, es suyo. Hay un conato de divorcio de por medio.
Constance y Harrison, como siempre, se complementan a la perfección. Y cabe hacer mención también de los excelentes secundarios, que aportan más sal al producto: el jefe indio con veintidós esposas que aconseja la estrategia que el marido debe seguir para atraer de nuevo a su mujer; y la figura enorme de Joe Roberts, quien aunque sólo aparece seis o siete minutos, se "come" literalmente al resto de protagonistas en su papel de bandido hambriento... de comida, no de lo otro.
Muy buena continuidad desde el principio al fin y secuencias delirantes que nos hacen reír a carcajadas, como la del juicio o la de los bandidos tratando de comer las tortitas preparadas por Constance. Un producto digno, bien elaborado e interpretado, que se olvida de sofismas y consideraciones y va directo a lo que interesa: alegrarnos la existencia setenta minutos.