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Confieso mi más devota admiración por el cine de la señora Weber. Alguien muy conocido en este foro comentaba no hace mucho que Weber tenía un defecto: los finales de sus películas eran demasiado acomodaticios, casi adscritos al matriarcado y propios de la visión que tiene una mujer de las cosas de la vida. Creo que esto es reducir demasiado la cuestión. Lo que ocurre, no pocas veces, es que las conclusiones a las que llega Weber, especialmente en sus películas dedicadas a diseccionar las relaciones hombre-mujer, suelen "molestar" bastante a determinados caracteres --masculinos, claro--, ya que inciden demasiado certeramente en la llaga. Una llaga que podríamos englobar en la culpabilidad que recae muy a menudo en los señores hombres (yo incluido, claro).
Un desnudo, el aborto, el control de la natalidad, la prostitución... En la era del silente, las películas de Lois Weber estaban sorprendentemente adelantadas a su tiempo y fueron, también, inmensamente populares. Escribió, dirigió, produjo y, a veces, protagonizó sus películas, y en 1916 fue la directora de estudio mejor pagada de Estados Unidos, hombre o mujer. Fue pionera en técnicas como la pantalla dividida y la doble exposición, durante un tiempo dirigió su propio estudio y, junto con Alice Guy-Blaché, fue una de las dos mujeres que más contribuyeron al cine de los comienzos. Pero murió sola, sin pena ni gloria, y en la década de los treinta era un nombre casi olvidado.
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Una delicia, un corto que vale por muchos de los largometrajes que hoy circulan por nuestras pantallas, una auténtica filigrana en imágenes que se inicia y concluye con la imagen enmarcada en un redondel similar al de un rosario, el mismo rosario que se intercambian ambos enamorados antes de que el destino juegue con ellos como lo haría con dos títeres de barraca de feria.
Aquí tenemos a la Weber más poética, la más sentimental, la de la técnica más depurada. No exageramos si os decimos que hemos subtitulado y visto el corto con la piel de gallina. A este respecto, uno siente no poder repetir las rimas en verso del texto original, por las diferencias lógicas entre el inglés y el español. Eso sí, os desafiamos a que lo veáis sin sentir la emoción que desgranan sus imágenes. Pequeña obra maestra, en serio.