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Más de lo mismo, pero nunca aburre. El delincuente regenerado que forma un hogar cuando encuentra a la mujer que sabe atemperar su carácter. Hart repite también con Lambert Hillyer, su director "de cabecera". La primera parte de la película cuenta con un ritmo más bien pausado, hasta la aparición de ese "malo" que es de los más abyectos y retorcidos que hayáis visto en una pantalla. Entonces el guión toma un cariz de mayor intriga y uno sufre viendo sufrir a su vez, por todo lo alto, a nuestro hombre del Oeste predilecto. De hecho, hasta casi el minuto final no nos quedan uñas para morder (si alguno de vosotros tiene ese feo vicio).
Hart es Hart. Su personaje era él mismo siempre, algo que pocos artistas han logrado. No vamos a ver una historia de un aviador; vamos a ver a Cary Grant haciendo de aviador. Aquí, Hart está mucho más manso y hogareño que en otras ocasiones; y tiene ocasión para lucir su aprendizaje en obras de Shakespeare, como en la escena en que está encarcelado y el malo, desde fuera, le refriega en las narices que se va a cepillar a su esposa. Acompaña a William Eva Novak, un bello rostro que ya hemos traído aquí más de una vez. La señora es de las más longevas en el mundo del cine: en la década de los sesenta seguía al pie del cañón.
Y una nota negativa para terminar, pero no por culpa de la película en sí. La banda sonora que se le ha añadido es, además de completamente inadecuada, irritante hasta la médula. Un ragtime tras otro, hasta desear fumigar a la banda que los creó. En los momentos de mayor tragedia, oír un rag desenfrenado es como una purga. Claro que esto se arregla dejando el volumen a cero. Vosotros mismos.
(Eddie Constanti)