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Hacia 1917, Perret abandonó la Gaumont y se exilió a Estados Unidos, donde realizó una docena, más o menos, de películas y, a la vez, adquirió importantes conocimientos técnicos que luego trasladaría a su posterior producción, de nuevo en Francia, a partir de 1922. Su genio creativo siempre le acompañó, por supuesto, tanto en uno como en otros país. A esa época americana pertenece "Las gemelas", que hoy tenemos el gran placer de mostraros.
Digamos que en ella se advierte un poco esa digamos "esclavitud" a la que se tenían que doblegar tanto guionistas como directores en aras de unos parámetros dictados por la industria estadounidense. Sin embargo, Perret se libra de esa tenaza con presteza y a los cinco minutos ya campa por sus anchas con esas historia de maldad, intercambio de personalidades, chantajes, raptos y amor verdadero puesto a prueba. En los últimos quince-veinte minutos, la trama ya es un completo festival Perret, absolutamente desatado el francés, con una tensión y un suspense que hará comerse las uñas a quienes practiquen ese feo vicio.
A todo ello ayuda una Mae Murray espléndida en su papel de joven chispeante, primero, y de dama torturada, después. Y especialmente esa figura conocida por todos, Warner Oland (Charlie Chan), majestuoso, cínico y malvado donde los haya, que se pasea por la historia con una maestría singular. El guión están bien hilvanado y los golpes de efecto se dan en su justo momento. No es película de solemnes ambientaciones, pero la planificación no necesita más añadidos. Y la personalidad de Perret se nos da en pequeñas dosis, aquí y allá, bien reconocible para quienes sepan de las muchas virtudes del galo.