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Kent descubre a su viejo amigo, Radisson, con un cadáver, estrangulado con un mechón de cabello de cabello de mujer, un crimen parecido a otro realizado tiempo atrás. Radisson dice que no lo hizo y como Kent cree que morirá a causa de sus heridas, confiesa falsamente el asesinato. Llega la misteriosa Marette, que intimida al comandante y rescata al recuperado Kent, llevándolo al misterioso valle de los hombres silenciosos, perseguido por el amigo de Kent, Joe King, a través de montañas y glaciares.
La copia que vemos fue rescatada y restaurada por la Biblioteca del Congreso, pero hay muchos daños y falta una gran parte, que ha sido reemplazada por títulos derivados de reseñas de la película, el guión de rodaje y la novela de James Oliver Curwood en el que se basa. Andrew Simpson proporciona una partitura apropiadamente melodramática. A pesar de algunos defectos en la historia a medida que se reconstruye, el director Frank Borzage y el camarógrafo Chester Lyons aprovecharon la extensa filmación en exteriores alrededor de Lake Louise y Banff para dar un tono majestuoso a las insignificantes acciones de hombres y mujeres.
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Un Borzage inédito no cae cada día. En éste, cabe decir que lo peor de la película es... el metraje que falta. Se trata de un argumento lleno de intriga y que no descubre su secreto hasta el final, un guión seco y contundente que mantiene al espectador inmóvil en su butaca. (Hammett, si nos lees, échale un vistazo.) En el reparto encontramos a la patética figura de Alma Rubens, esclava de las drogas (por culpa de la medicina que le suministraron para el dolor), hasta que dejó el cine en 1926 y murió en 1931, tras rápidos periplos matrimoniales (uno de ellos con el actor Ricardo Cortez), que nunca llegaron a buen puerto.
Mención aparte para la fotografía de Chester Lyons (esas escenas exteriores en el gran glaciar son impresionantes). Al final, a uno le queda ese regusto amargo de no haber podido saborear la obra completa de un director, Borzage, que aquí nos da pinceladas de su enorme talento. Id a por ella, compañeros. No quedaréis defraudados.
(Eddie Constanti)