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"En un principio, Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Un poco después, creó a la mujer." Así reza el intertítulo inicial de la película. Sin embargo, el verdadero "baile" comienza cuando aparece la suegra. Ahí empiezan también las situaciones más jocosas de esta estupenda comedia, donde resurge el mejor Langdon que conocemos con algunos de sus gags más celebrados.
Con guion del mismo Arthur Ripley de "Tres son multitud", aquí sí que el espacio tiempo está bien aprovechado, no "estirado" hasta el infinito como en aquélla. Las tribulaciones de un Langdon con falda que se las ve y se las desea para sacar adelante la marcha de su casa, tienen momentos tan logrados como esa visita del lampista que, al concluir su reparación, no marcha sin haber besado picaronamente a la señora de la casa, interpretada por el propio Langdon. Los escenarios son mínimos, pero el cómico saca buen partido de ellos. La cortedad económica (si en este caso la hubo), no representa un gran obstáculo para un espíritu creativo como el de Langdon.
Sin llegar a la altura de "The Strong Man" (1927), por ejemplo, ésta es una excelente muestra del mejor humor que nos legó el período silente.
Eddie Constanti