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Una de las cumbres del legado de Hart, "El silencioso" es un compendio de todas las virtudes del cine del "good-bad-man" que fue este caballero del Oeste. Nunca estuvo más parco en palabras, nunca fue más efectivo con su revólver ni nunca su adusta pero noble figura estuvo mejor representada. Su estampa sobre el caballo, fijando los ojos en un posible peligro que le amenaza en el próximo cruce del sendero, nos habla de la épica de estos pioneros que cumplían su vida con el único y más primordial objetivo que sobrevivir, valga la redundancia.
Hart era implacable con sus enemigos, pero a veces sabía perdonar, por la sencilla razón de que todos estamos expuestos a caer en la tentación de un error cometido puntualmente. Aquí, este binomio bondad-maldad se nos muestra con meridiana claridad: Hart es un ladrón que roba a los ricos, pero un ladrón a fin de cuentas. La sociedad olvida esa condición y le utiliza para librarse de personajes mucho más peligrosos que él. La moral --o no moral-- del relato está servida.
Seca, inflexible y con todo el valor desnudo del sentido de la justicia (algo muy alejado de las películas vengativas del Charles Bronson de la "recortada"), "El silencioso" se eleva como un monumento no sólo al western, sino al estilo de vida de tantos esforzados que poblaron el salvaje Oeste... cuando aún era "salvaje".
