4931

Three's a Crowd


General

Titulo original: Three's a Crowd
Nacionalidad: Estados Unidos
Año de producción: 1927
Género: Comedia

Otras personas

Director: Harry Langdon
Escritor: Robert Eddy; James Langdon; Harry McCoy; Arthur Ripley
Productor/Estudio: Harry Langdon Corporation
Compositor: No tiene
Fotografia: Frank Evans; Elgin Lessley

Funcionalidades

Duración: 62
Pistas de idioma: Muda
Idiomas de los subtítulos: Castellano
Modo de color: Blanco y negro
Fuente ripeo: DVD
Soporte: x264
Tipo archivo: MKV
Calidad imagen: Muy buena
Peso: 1,0 Gb

Reparto

  • Harry Langdon
  • Gladys McConnell
  • Cornelius Keefe
  • Arthur Thalasso
  • George Dunning

Sinopsis

En un día de nieve, Harry, un modesto trabajador encuentra en la calle, desfallecida, a una joven. Se la lleva a su casa, pero la chica está a punto de dar a luz. Cuando nace una niña, Harry se ilusiona imaginando que el cielo le ha enviado esposa e hija de una sola tacada.

Comentarios

Mack Sennett dijo de él que "era el mejor actor cómico que haya dado el mundo", más incluso que Chaplin. Por supuesto, nosotros añadiríamos que en esta "clasificación" no entra Keaton, que para nuestro gusto se movió en otra dimensión; es más, con Keaton no te ríes, sino que te quedas pasmado por sus recursos e inventiva.

De hecho, cada uno se movía "a su rollo", como se dice ahora. Chaplin era el vagabundo con picardía y un exceso de sentimentalismo; Keaton, la estoicidad hecha hombre, el cerebro ante el sentimiento, la no-sonrisa como recurso ante el contratiempo; Lloyd era el "mimado de la abuelita", gafas de pasta, timidez y pulcritud; Langdon, cara blanca de payaso augusto, estupor perenne y rictus de sorpresa constante, era el niño inocente que cuando se reparten tortas, siempre hay media docena adjudicadas a él. Pero cuidado, inocente hasta cierto punto, porque tarde o temprano acababa devolviendo el tortazo recibido.

Si en el cine cómico clásico hubo un marido dominado por su esposa, un pichón que se deja embaucar o un novio burlado, ése fue Harry Langdon. Habitualmente no necesitaba muchos recursos mímicos para salvar su papel: se quedaba mirando muy serio a la cámara y dejaba transcurrir los segundos manteniendo esa mirada entre desconcertado e incrédulo. Ya fuese bombero, jugador de béisbol, casado con suegra incluida o artista circense, su repertorio gestual siempre pasaba por esa mirada atónita.
---------------------------------
No sabemos si por el hecho de ser el director y tener las manos libres en este aspecto, Langdon se pasó bastante de rosca con su protagonismo monológico en esta cinta, rindiéndose un autohomenaje que, realmente, no necesitaba. Su famosa mirada hacia la cámara, impertérrito, se repite tantas veces y de forma tan dilatada, que uno, aunque le duela reconocerlo, termina por aburrirse (en algunos momentos concretos) con tal recurso. Líbrenos Dios, o quien corresponda, de insinuar que la película carece de gags bien conseguidos: los tiene y de buena cosecha. Pero cuando el gran artista mira al objetivo y se hace de noche y él sigue mirando al objetivo y así etcétera, etcétera, nos hace sentir al límite de la paciencia.

El guión es de Arthur Ripley, que, junto a Frank Capra, trabajó a menudo con Langdon. Pero la historia tampoco da mucho de sí (con veinte minutos hubiese quedado perfecta) y los secundarios que aparecen se nos antojan metidos como "con calzador" en la trama. Al final, ni siquiera Langdon es el protagonista absoluto, sino más bien esa larguísima escalera que conduce a su piso-azotea, omnipresente en todo el metraje.