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En 1928, ésta fue una de las primeras películas soviéticas en llegar a Occidente y se consideró a la par con "Potemkin"; Variety sintió que era tan importante que la revisaron dos veces (una desde la perspectiva artística y otra desde el punto de vista iracundo del expositor promedio). Es un trabajo impresionante de belleza visual e impacto emocional (raro entre los silentes soviéticos), que merece ser redescubierto por sí mismo y por su director, en este primer esfuerzo en solitario (después de codirigir "Miss Mend" con Boris Barnet).
Claramente Ozep, al idear esta historia, estaba buscando material que volara con el régimen y aquí tenemos una exposición perfectamente clara de la decadencia del régimen zarista, encadenando los campesinos a los caprichos aristocráticos justo cuando la tierra está encadenada con alambre de púas. Si el lirismo visual de Ozep sobre los campesinos y la tierra no llega a los extremos floridos de, digamos, Dovzhenko, por otro lado tiene un punto agudo preciso y un ingenio mordaz, del que adolece "La tierra". De hecho, aunque las escenas de la vida campesina de María y Jacob tienen una credibilidad burda, Ozep es un gran lanzador de extras no actores curtidos por el clima) y mucha belleza visual.
Vale la pena señalar que Ozep hizo tres películas seguidas con secuencias sustanciales de burdeles y en cada caso parece mostrar un amor real por el medio en toda su jovialidad forzada y desenfrenada por el deseo y la decadencia sórdida, la música, la lujuria y el autodesprecio, los cuales se combinan para dar una vívida impresión del infierno maníaco-depresivo en la tierra. Sten también alcanza el punto culminante de su actuación intercambiando la habitual mirada en blanco de virgen María por un abatido cansancio respecto al mundo.