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12 Capítulos.
Una confesión: a mí (perdón por personalizar), "Tih Minh" me gusta más que los otros seriales de Feuillade. Éste lo realizó en 1918, o sea que es posterior a "Judex", "Vampires", "Fantomas", etcétera, y del mismo año que "Vendémiaire".
Todo cuanto había de ritmo trepidante y acelerado en estos seriales citados, en "Tih Minh" se convierte en ternura, profundidad de los personajes y reflexión. Y no creáis, por ello, que no hay truculencia y suspense: existen en la dosis justa. Como también existe una maravillosa utilización de la luz, unos encuadres medidos y elegantes, una decoración más que convincente y unos exteriores de ensueño (ved la escena en el supuesto Tonkín, que parece rodada en las mismísimas Indias).
Los intérpretes están magníficos... con una sola excepción (siempre a mi modo de ver, claro): el explorador d'Athys, protagonista principal; estático, inexpresivo, mucha planta y poca uva, en algunas escenas de gran tensión se muestra tan paralítico de gestos que de buena gana le darías un par de cachetes para ver si reaccionaba. Incluso se deja robar el protagonismo por su criado (¡extraordinario Georges Biscot, a quien ya hemos visto en bastantes obras de Feuillade!). Biscot (Placide), es el auténtico héroe del serial, quien se arriesga y vence en aras de agradar a su señor. Luego está la deliciosa Tih Minh, que se ganó a pulso el sueldo pasando la mitad de los capítulos sin memoria y la otra mitad despeñándose por barrancos. Y Rosette, la guapísima sirvienta, novia de Biscot. Y los malos, que aquí lo son muchísimo (como debe ser), intercambiándose turbantes, barbas y bigotes. Y la patética marquesa Dolores, que tiene su aquel...
¿Qué más queréis que os diga? Pues que los episodios están trufados de altas dosis de humor, que cada final de episodio nos deja con el ay en el cuerpo, que no cabe cuestionarse si esto o aquello es creíble y lógico, ya que en estos casos la aventura debe continuar y todo es aceptable. Que los "malos" escapan siempre milagrosamente para seguir haciendo maldades... hasta la penúltima escena, por supuesto. Que hay persecuciones por los tejados. Que interviene una perrita que recorre más kilómetros que Rin-Tin-Tin... Y que Feuillade, repito, creó aquí un estudio de caracteres inolvidable. Vedla sin temor: los actores y actrices son bellos, los malvados son feos a rabiar y a cada sobresalto le sigue una sonrisa.