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Hace años se solía decir que Allan Dwan era "el más profesional de los directores artesanos" de Hollywood, con un tono bastante peyorativo en el adjetivo "artesano", como si fuese fácil pasar por todos los géneros cinematográficos, algo que él hizo, sin desmerecer en ninguno de ellos. Con sus cincuenta años dedicados a la profesión (1911-1961) y sus más de cuatrocientas películas realizadas, no sólo no era un simple todoterreno, como a veces se le juzga, sino un creador que nunca defraudaba y, a menudo, el brillante artífice de alguno de los títulos señeros de la historia.
"East Side West Side" pertenece a las postrimerías del silente. Ese mismo año (1927), su protagonista, el excelente George O'Brien, intervendría también en la mítica "Amanecer", de Murnau. Aquí, Dwan nos regala con un relato donde la ciudad de Nueva York es la protagonista y, en particular, los lados Este y Oeste de la misma, representativos también de dos estilos opuestos de vida, la pobreza y la riqueza, el lumpen y la aristocracia. Sinfonía urbana, como la que nos ofrecía Walter Ruttmann dedicada a Berlín, pero con un argumento acomodado a edificios y paisajes. Así, abundan los planos y secuencias del puente de Brooklyn, de Central Park, de la calle cuarenta y del sinnúmero de rascacielos que rasgan el aire de la metrópoli.
John es un joven que no conoce a su padre y que en su barcaza transporta ladrillos para la construcción, esos ladrillos que simbolizan otro de los let-motiv de la película. "Derribar para construir, una y otra vez", dice Becka, la pareja de John. Cuando éste se atreve a enfrentarse a la ciudad, encontrará apoyo en el barrio judio y deberá ganarse la vida con sus puños, aunque sus aspiraciones van más allá. En esa búsqueda de su destino, conocerá a su verdadero padre, aunque nunca sabrá que éste lo es. Más adelante tenemos una clara referencia, con larga secuencia incluida, a la tragedia del Titanic que desencadenará el drama y desenlace final, en el que los dos lados de la ciudad se reencuentran por fin en armonía.
Con una bella fotografía, un guión repleto de toques humorísticos pero al mismo tiempo de situaciones durísimas, un movimiento de cámara medido y correcto (esos cortos trávellings que no molestan y que sirven para mostrar primeros planos y, retrocediendo, planos generales), unas interpretaciones modélicas y unos secundarios de lujo, que a veces roban planos a los protagonistas (ese amigo de John, que simula ser la novia en su boda), "East Side, West Side" es una joya para descubrir y saborear.. y para desechar de una vez por todas esa idea de que Allan Dwan era un simple "artesano". Os la propongo porque sé que os gustará.
