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Un auténtico disparate. No creemos ni que hubiese un guión previo, ya que todos los integrantes del reparto parecen improvisar sobre la marcha. Caídas, persecuciones, roturas y resbalones llenan la pantalla sin solución de continuidad. Keaton es el repartidor, que se enfrenta con el siempre malcarado Al St. John (ese hombre nos cae muy mal, quizá porque siempre era el personaje antipático de la historia). Sin embargo, entre tanta confusión hay una auténtica perla. ¿Os acordáis de aquella escena mítica de "La quimera del oro", en que Chaplin pincha dos panecillos con sendos tenedores y simula unos pasos de ballet con ellos? Bien, la película de Chaplin era de 1925 y este corto de 1917. Y aquí tenemos a Fatty realizando la misma pantomima, pero en vez de panecillos utiliza un par de salchichas. No diré más para no incordiar a los forofos chaplinescos.
Al margen de tropezones y porrazos, hay un par de cosas destacables: el gag de Arbuckle pretendiendo apagar el fuego con una tacita de café y la secuencia final, con Fatty repartiendo la sopa por medio de una esponja empapada. Un corto digamos que "alimenticio", que suponemos se filmó con muy bajo presupuesto y que sólo aspiraba a entretener, cosa que, por muy exigentes que seamos, logra sin mayor esfuerzo.
(Eddie Constanti)