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Una de las mejores películas de Ozu y no sólo de él, sino de todo el cine en general, "Un albergue en Tokio" nos anticipa lo que sería, años después, el movimiento neorrealista italiano, con "Ladrón de bicicletas" incluida. Este último silente de Ozu cuenta la historia de un padre soltero desempleado y sin hogar (Takeshi Sakamoto) con dos hijos (el mayor de los dos es el maravilloso Tomio Aoki,un chaval que habréis visto en varias películas de este ciclo), buscando trabajo en la era de la Depresión en Tokio, cuyas vidas se cruzan con las de una madre soltera (¡bellísima Yoshiko Okada!) de una hijita que igualmente busca un modo (y un lugar) para vivir.
Los niños saben encontrar momentos de felicidad en el desierto no industrial y sus padres pueden recordar brevemente su propia felicidad cuando eran niños. Después el padre consigue un trabajo con la ayuda de una antigua amiga (Choko Lida) e incluso puede llevar a sus hijos a la escuela (un placer que los japoneses valoran casi tanto como tener un hogar fijo y un suministro confiable de alimentos). Sin embargo, las cosas vuelven a ser problemáticas cuando la familia pierde la pista a la madre y la niña (que no han encontrado ningún "ángel" para ayudarlas).
Una película sorprendentemente hermosa y al mismo tiempo desgarradora. Casi se estropea tanta calidad por una pequeña parte que nos parece demasiado melodramática, justo antes del final (aunque esto podría deberse a la poca fidelidad de los intertítulos, o al menos de su traducción). Un testamento de grandeza perenne que nos legó el maestro, antes de decidirse, al fin, a irrumpir en el mundo del sonoro.
(Eddie Constanti)