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Anny Ondra, estrella del cine centroeuropeo, protagonizó esta divertida película del hoy olvidado Svatopluk Innemann. La mujer que trabajó con Hitchcock, nacida en territorio austrohúngaro (hoy Polonia), apareció en la pantalla desde 1919 hasta después de los cincuenta. Junto a ella encontramos al gran Vlasta Burian (vedlo en las otras películas de Innemann presentadas en este ciclo), un actor como la copa de un pino, irónico, cómico por naturaleza y devorador de planos donde los hubiese.
La irregular pareja baila el apache más desenfrenado e inimaginable, juega al despiste con el espectador, se ríe de los vivos y los muertos y con su excentricidad planta cara a las convenciones de una cultura caduca que se derrumbaba por momentos. La intriga de la trama se sustenta bajo un cambio de personalidad obligado. Burian debe fingir ser quien no es para dejar el campo libre a su sobrino, que corteja a la hija de una modesta clarividente quien, en sus años mozos, fue abandonada por el mismo Burian. Si este enunciado os parece difícil de entender, esperad a ver a Burian bañándose en barro para calmar su reumatismo, o a Ondra fumándose habanos de veinte centímetros, o al gangster "Caníbal", que no es otro que el mismo Burian interpretando dos papeles, riéndose de la justicia.
Una película enloquecida que nos prende desde el primer momento, una trama que sólo los hermanos Marx podían superar, una muestra más de la habilidad de Innemann para sacar provecho de situaciones familiares observándolas desde el prisma del más sano absurdo. Muy recomendable. Y un par de datos que nos habíamos dejado en el tintero: Anny Ondra fue la esposa del boxeador Max Schmeling e incluso interpretaron una película juntos. Y otro, aunque parezca mentira, esta cinta se proyectó en círculos hispanos con el llamativo título de "¡Un marido, por favor!".
Eddie Constanti
