Sinopsis
Narra la rivalidad entre dos marineros: Salami (Robert Armstrong) y Spike (un espléndido Victor McLaglen). Realmente el que tiene una novia en cada puerto es el primero de ellos: el pobre Victor siempre llega tarde y se queda a dos velas, pues su competidor ya ha desembarcado, dejando su “huella” entre las huestes femeninas (si, si, la cosa es literal, pues todas quedan tatuadas con la marca de su ganadería: un ancla y un corazón. Estoy de acuerdo: es de un machista exacerbado). Spike jura vengarse de este especialista en frustrar planes ajenos. Tras navegar por medio globo, terminan por coincidir en una taberna portuaria. Allí se ven envueltos en una multitudinaria pelea, el resultado de la cuál –como no podría ser de otro modo- es el nacimiento de una amistad, camaradería y buen rollo que presidirá el resto de su relación. Se enrolan en el mismo barco y siguen con sus conquistas, hasta desembarcar en Francia (parece ser que para los americanos Europa es el compendio de todas las perversiones). Victor se ve forzado a salir solo de correrías nocturnas porque su compañero sufre un terrible dolor de muelas. Será así como conozca a la vamp de turno: Marie (Louise Brooks). Esta niña es mala -¡malísima!- y verá en el ingenuo marinero la víctima ideal. No tarda en informarse del estado de sus cuentas, maquinando un sencillo plan para desplumarle. Pero hete aquí que entra en juego el amigo, recuperado de sus dolencias. ¿Y saben qué? ¡También se había ligado a esta chica hace tiempo! (madre mía, ¡qué tío!). Aquello ya pasó y lo único que recuerda a la perfección el Casanova de los mares es que ella era una mala pécora. ¿Pero cómo hacerle ver la terrible verdad a su enamorado compañero de fatigas?
Ese es básicamente el dilema que plantea la película: una nueva vuelta de tuerca sobre la amistad masculina. El conjunto es francamente divertido, siendo quizás la primera película del Hawks que merece el calificativo de brillante.