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La primera película de Graham Cutts trata sobre dos hermanos agricultores. Herbert Langley es un hombre enorme y fornido. Olaf Hytten es su hermano, un poco soñador. Langley se gana el corazón de Lillian Hall-Davis, pero cuando se cae de un techo y se rompe la espalda, ella se da cuenta de que el hombre fuerte que amaba ya no existe. En cambio, se enamora de Hytten. Enojado y amargado, Langley los maldice a ambos por su traición.
La película tarda en salirse de lo trillado con una serie de intertítulos ligeramente pomposos que configuran la situación durante los primeros minutos. A partir de entonces, el tono se calma, aunque la inmovilidad de Langley haga que la crispación flote en el aire. Hay una serie de tomas reveladoras: la pequeña mano de la señorita Hall-Davis se desliza del abrazo de Langley, Hytten juega con un gatito blanco, y así sucesivamente. El montaje hace que estas tomas sean el medio para contar su historia, algo que es una técnica cinematográfica muy buena, pero su encuadre es demasiado descarado, demasiado impactante para permitir que la película fluya. Luego se detiene la historia en seco, asegurándose de que la audiencia tenga tiempo para contemplar lo espantoso de la situación, como si Cutts temiera que la sutileza se desperdicie.
Ciertamente, eso no es inaudito en las películas británicas de este período. Cuando el asistente de Cutts, Alfred Hitchcock, hizo su primera película completa, "The pleasure garden", utilizó sus tomas clave de manera similar. Así que éste era un estilo de cine que atraía a los cineastas y al público de dicha época. Sin embargo, yo prefiero un ritmo más orgánico y éste me molesta un poco. Prefiero una película que me obligue a resolver las cosas, a que me haga participar en la narración.