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En una de sus obras, Bernard Shaw pone en boca de un personaje esta frase: "¿Qué quieren los hombres? Tienen su comida, su hogar, su ropa remendada y su amor al final del día...?". Ésta es la pregunta que se hace Lois Weber y que nos lanza en busca de respuesta. En el caso del novio que huye al no querer afrontar la paternidad está claro: lo suyo es simple y pura cobardía, miedo y tal vez haber descubierto demasiado tarde que la relación con su prometida sólo se fundaba en los momentos de intimidad física que mantenían.
Pero, ¿y la otra pareja? Ella se casa enamorada, deseosa de agradar en todo a su marido, pero tarda poco en comprender que a éste le ocurre algo, se muestra inquieto, parece eternamente insatisfecho con todo. Mientras, los hijos van llegando y la esperanza de que ellos apacigüen esa inquietud del marido tampoco funciona como debiera. En "Esposas demasiado sabias", Weber ya profundiza en el tema y analiza en detalle la relación y convivencia de dos parejas. Aquí va un poco más lejos: ahonda en las razones que mueven a un hombre a sentirse frustrado cuando, en esencia, debería ser el más feliz y realizado ser de la tierra.
Nosotros, que no somos profetas ni hemos estudiado psicología, tenemos una respuesta lógica a la pregunta que nos formula Lois Weber: algunos hombres, literalmente, no saben lo que quieren. Vedla y comprobad si llegáis a la misma conclusión que nosotros. Y atención al papel de la esposa protagonista, Claire Windsor, que ya nos deslumbró en la citada "Esposas demasiado sabias": es de antología.
A la película, ¡ay!, le falta el final, que parece perdido irremediablemente, pero os aseguro que con el fragmento de cuarenta y un minutos que ha sobrevivido, pocas veces encontraréis tantos motivos para reflexionar.
Eddie Constanti
