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Como bien nos informa el subtítulo inicial, ésta es una película que lleva la firma personal de Norma Talmadge. Y en ella encontramos no sólo a la Talmadge sino a dos caracterizaciones de la actriz y, "de propina", a su hermana Natalie, por entonces casada con Buster Keaton, que interpreta a la criada de la esposa rica.
Como mandaban los cánones de Hollywood en esa época, la Talmadge rica es la más "pecadora" y quien sucumbe a un Lowell Sherman en plan villano, que la seduce. La Talmadge pobre resiste al impulso de su acosador y recibe el premio a su virtud compartiendo el éxito y los beneficios monetarios de su marido, que ha sabido inventarse una lavadora para que las amas de casa no tengan que estropearse las manos lavando la ropa en el fregadero.
Si todo ello os parece algo maniqueo, tranquilos, porque nos queda la doble interpretación de una Talmadge que lo borda. Ella lo es todo en la película: su repertorio de gestos es tan amplio que alcanza momentos de auténtico festival. Pocas actrices en el silente hubiesen salido victoriosas de un cometido tan difícil como éste. Roy William Neill, el director, se las compone a las mil maravillas para intercalar situaciones paralelas entre la mujer rica y la pobre. Pero, repito, el papel de la Talmadge, rubia/rica y morena/pobre, es de antología. Es difícil que veamos una actuación tan completa que salve las posibles irregularidades de un guión (y aquí hay pocas). Disfrutad con Norma y podréis empezar a entender por qué, en el silente, fue la más dúctil de las actrices.
(Eddie Constanti)
