Comentarios
Audio 1.- Partitura de piano compuesta y interpretada por Jeff Rapsis - adaptada de la hoja original de 1923.
Audio 2.- Audiocomentario de Frederic Lombardi. Subida y decadencia de los estudios de Hollywood.
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Pierre Berton y Charles Simon escribieron esta obra que David Belasco llevó a Broadway en 1899. Luego pasó a la pantalla y se ha filmado en distintas ocasiones, entre ellas una dirigida por George Cukor en 1939. Ahora nos toca ver la versión que realizó ese gran camaleón del cine llamado Allan Dwan en 1923. La trama, en sí, no es nada del otro mundo: estrella de las variedades que cae rendida por un diplomático que, a su vez, le esconde que está casado y tiene una hija. Hay un intento de homicidio por parte de una artista rival de Zaza, un enredo amoroso que parece no tener solución... todo bastante trillado, al menos a nuestro entender.
La llama que enciende toda la película es Gloria Swanson, actriz capaz de darnos lo mejor y lo peor. Aquí creo que se decanta por lo segundo. Crispada hasta la exageración, gesticulante en extremo, pasada de rosca en todo momento y exgerada, nos pone de los nervios desde el primer instante, hasta llegar a situaciones que bordean el histerismo. Lo siento, sé que tiene muchos admiradores, pero nunca seré uno de ellos; no se trata de que me guste o no, es que su cara me da miedo, como la de la Crawford. Ea, ya lo he dicho. Junto a ella, el majestuoso H. B. Warner es como un oasis de sobriedad.
Creo que Dwan poco pudo hacer con una obra que casi "le venía confeccionada". Con ese argumento y conociéndola como la conocía el público al dedillo, no se quiso arriesgar a cambiar ni una coma. Su técnica de hacer cine se muestra elegante y funcional, la planificación y ambientación es correcta y hay un par de secundarios de lujo que se esfuerzan por salvar la función. Y cuando ya estábamos a punto de convenir en que la película es una obra menor, ¡zas!, llegan unos inesperados, soberbios y encantadores quince minutos finales que son como un bálsamo, como si la película volviese a empezar, pero en calidad, como si la misma historia estuviese filmada por Lubitsch y Douglas Sirk al alimón. ¡Pero sigue siendo Dwan quien consigue este milagro! Un retazo de sensibilidad que es como una fina porcelana china, un final tan perfecto y sin embargo tan sencillo que nos ha puesto la piel de gallina.
Lo dicen los entendidos: incluso en la peor película, hay siquiera un instante maravilloso. Por ese "instante" de quince minutos, os la recomiendo.