Comentarios
Dirigida por el excelente actor y director Donald Crisp, la trama se centra en los tiempos del imperio napoleónico, cuando un modesto posadero alcanza el cargo de general al servicio del emperador. La figura central está a cargo de Rod LaRocque, ese alto y nervioso personaje del silente que siempre nos daba la impresión de ser un poco gamberrote con buen corazón.
Las hazañas del joven protagonista le hacen emparentar, en cierto modo, con el D'Artagnan de "Los tres mosqueteros". Irónico, pretencioso y bastante fanfarrón, tiene como réplica femenina a la deliciosa Phillis Haver, que aquí asume el papel de la perspicaz condesa de Launay, del servicio secreto de Napoleón.
Las escenas casi se atropellan en un dinamismo constante y el humor es el rey dentro de un argumento bien engarzado que apenas nos da respiro. Como nota curiosa, digamos que ese posadero y luego militar proviene de un país bien conocido por nosotros, como es Andorra, entonces territorio neutral. Las figuras históricas, por supuesto, son ficticias, a excepción del mismo Napoleón, y de su ministro de Asuntos Exteriores, el famoso Talleyrand, vendido al poder español.
Eduard José Gasulla